abril 8, 2014
numero 67
No les ha pasado que están absortos en su cubículo/oficina/escritorio/rincón o donde quiera que los hayan puesto a trabajar en su chamba, que de repente su estómago les manda un recordatorio de que ya va siendo hora de que le den de comer y es entonces que ven el reloj y, efectivamente, se dan cuenta de que ya llegó la tan ansiada hora de la comida. Hay quienes salen a comer ya sea a su casa o algún restaurante, fonda o algún otro local cercano a la oficina. Otros, básicamente, nos quedamos a comer en ese "sagrado" lugar donde trabajamos.
Cuando decimos... ¡a comer! ... pensamos que es el momento más intrascendente del día. Total, es sólo darnos un descanso, un tiempito para poder comer y después regresar a nuestras labores. Damos por sentado este momento, a tal grado de que no nos damos cuenta de muchas situaciones que pasan alrededor del momento de la comida. ¿Cuáles? se estarán preguntando, pues vamos a ver algunas... sólo algunas de estas situaciones.
DETERMINAR EL LUGAR
Ya sabemos que vamos a comer en la oficina, pero, una oficina está lleno de lugares donde poder comer. Unos muy buenos. Otros, no tanto. Si tenemos suerte, tal vez, tengamos un bonito y amplio comedor o quizá, hasta un jardín o terraza donde poder comer. Pero si no la tenemos, podemos encontrarnos en un pequeño comedor, lleno de mesas donde todo mundo está apretujado y rodeado de esa mezcla de olores causada por la gran variedad culinaria que cada quien trajo para ese momento.
Hay quienes deciden comer en las salas de juntas. Una gran opción porque no está todo mundo ahí metido, las mesas pueden ser grandes y en una de esas hasta se puede tener una tele o poner una compu para proyectar una película. Claro que después, dicha sala queda impregnada con el olor a fritanga que hace que cualquier junta que se tenga después, sea como tenerla en la cocina de la fonda de doña Chonita.
Y un último lugar (seguro hay más) es: comer en tu cubículo. Ahí sentado frente a tu compu y corriendo con el riesgo de tirar algo encima de lo que hayas estado trabajando. La ventaja es que no tienes que estar oliendo lo que trajeron los demás, puedes evitar convivir con el resto de compañeros y puedes incluso "adelantar trabajo", es decir, ver una película en tu compu mientras comes. Claro que también quedas como el "sin amigos" que come solo o como el ñoño que prefiere quedarse a adelantar trabajo y en el peor de los casos como el "Sin amigos ñoño".
AGARRAR LUGAR
Vamos a suponer que tu oficina tiene un comedor y es ahí donde todos van a disfrutar sus sagrados alimentos. No importa el tamaño de tu oficina, ni el número de empleados... el comedor siempre será más pequeño de lo que se necesita. Y por lo tanto, aquí radica la cuestión más importante: Conseguir una mesa.
Soluciones para agarrar mesa (sin albur, claro que si eres Scarlett Johansson o Kate Beckinsale, si aplica el albur) hay muchas. Algunos, por ejemplo, se van a comer unos minutos antes de la hora. Otros prefieren ir a comer al final pero, corriendo el riesgo de que el comedor ya esté apestando a zona de comida de las que hay afuera de cualquier estación de metro. Incluso hay lugares, me tocó trabajar en uno, donde se establecen horarios por departamentos. La teoría dice que repartiendo los horarios por áreas, la aglomeración es menor y por lo tanto todo mundo alcanza un lugar. Y no, no funciona. Y básicamente no lo hace porque todos quieren el primer horario para poder utilizar el tiempo restante de la hora de la comida para salir a tomar el aire, ir al banco o echarse una jetita. Si te toca el último turno es muy probable que te quedes chingándole en tu lugar porque no te alcanza el tiempo para echarte la jetita y si sales al banco o a orearte, se te va el tiempo y tienes que comer afuera.
COMPARTIR LA MESA
Cuando vas al comedor con tus cuates pues ya sabes con quien te vas a sentar para comer, contar chistes y hablar de los últimos chismes de radio pasillo. El problema es cuando uno decide que va a aprovechar la hora de la comida para ir a hacer pagos. Otro sale con que va a comer fuera con otros amigos. Otro dice que va a cualquier lugar, o sea, va a una entrevista y te quedas comiendo solo.
Y comer solo no hay bronca. El problema es cuando ves que se empieza a llenar el comedor y entonces ves venir el momento en el que vas a compartir mesa con el de finanzas que truena la boca al comer. La de recursos humanos que siempre trae brócoli hervido... quesque porque está a dieta y con el cabroncito ese, que le encanta meter su cuchara en el plato de los demás.
La solución: En el momento en el que te das cuenta que tu club gastronómico, o sea, con los que comes regularmente, te abandona, es cuando debes decidir o comer en tu lugar como buen "sin amigos" o dejar tu comida en el refri, salir a la calle y comer en algún otro lugar.
HORNOS DE MICROONDAS
Ese maravilloso invento que sirve para calentar la comida... de manera dispareja (aunque eso puede ser motivo de otro post, aunque mi amigo OCTUM ya me explicó porque pasa). No hay comedor de oficina que no tenga su dotación de hornos para que los empleados puedan calentar sus deliciosos platillos y disfruten una comida maravillosa. Y este aparato es tan común que muchas veces pasa desapercibido y se nos olvida que causa muchos problemas a la hora de la comida.
Primero, nunca hay suficientes. Al igual que las mesas, pareciera que el chiste con los hornos es tener poquitos. Total, la gente no tiene hambre y es bonito que hagan fila y tenerlos esperando.
Segundo, de los pocos que hay, no falta que siempre hay uno o varios descompuestos. Ya sea que no prenden, no calientan, se apagan a medio proceso, el chiste es que simpre habrá fallas que jodan el momento de la comida.
Tercero, de los que sirven, siempre te va a tocar el que quedó más batido porque el que calentó antes de ti no le puso nada para tapar la salsa del chile relleno que le sobró el fin de semana.
JUNTAS A LA HORA DE COMER
Debe haber un lugar especial en el infierno para todos aquellos que creen que es re-cagado poner juntas a la hora de la comida. No importa si es un working lunch y te van a dar de comer... peor aún si no hay comida. No importa el tema de la junta, no importa quién la haya agendado, la respuesta cuando preguntan si puedes tener una junta a la hora de la comida, siempre debería ser NO. Vamos, ni siquiera deberían hacer la pregunta porque debería estar penado por alguna ley y en todo caso, si ya te jodieron tu tiempo de comida (hora y media o 2 horas) de menos se debería compensar con que te pudieras ir una hora antes a tu casa. Si ya sé... soy un soñador ingenuo.
Pero más allá de que te quitan ese tiempo que tú destinas para, ya sea, hacer pendientes personales o simplemente echarte una jetita, tener una junta a la hora de la comida tiene muchas implicaciones que ahora veremos.
Primero, siempre tienen que pedir de comer lo que menos te gusta, sushi por ejemplo. Y todo para complacer al cliente o al jefe de jefes. Y en el supuesto que sí pidan algo que te gusta, seguro es algo que debe comerse caliente y que para la hora que llega la comida ya está todo frío, remojado y sí... pinche.
Segundo, no está padre tener que estar aderezando la baguette fría de roast beef mientras te están explicando las implicaciones de una nueva iniciativa en la compañía. A lo mejor las mujeres multitasks pueden, pero uno no puede estar en dos cosas a la vez, entonces o te alegras porque las nuevas iniciativas pueden resultar en un mejor futuro o te encabronas porque tu hamburguesa la mandaron con pepinillos.
Tercero, la mesa se empieza a convertir en un campo de batalla donde lo mismo conviven tus notas, los post-its con ideas con el papel de estrasa de la baguette, los sobres de catsup y jalapeños más las servilletas todas batidas. Todo un caos gourmetproductivo.
Cuarto y creo que es el peor de todos... estar comiendo y querer opinar. Le das la mordida a la baguette justo cuando alguien pregunta algo. Y claro los buenos modales ante todo, te quedas masticando y atragantándote para no hablar con la boca llena y pierdes tiempo que el godinez de finanzas, el que ya vimos que truena la boca al comer, aprovecha para decir algo parecido a lo tuyo pero él sí escupe pedazos de lechuga y jitomate en plena mesa y sobre el proyector.
Digamos NO al "working lunch".
EL MENU
Este mundo es muy diverso, y así también son los menús de tus compañeros de oficina. Hay quienes cocinan su propia comida, hay a quienes se las hace su pareja o su mamí y hay quienes salen a comprar algo de comer y optan por regresar a comer a la oficina... quesque para convivir. Ya mencioné el punto de que los olores de tanta comida se mezclan, que cuando se queda vacío el comedor, éste queda oliendo a vil fonda de mala muerte. Pero esta diversidad de menus ocasiona, además, que se presenten 2 pecados capitales:
El primero - LA ENVIDIA. Todos desean la comida del de junto. No importa que haya llevado ni quien se lo haya cocinado... siempre habrá alguien que diga "uy que rico huele... me das?". Y si a ti, es a quien le chulearon la comida, pues hasta te sacas de onda... porque aceptémoslo, no se te antojaba nadita. Y ahora después de escuchar que huele rico y sabe mejor, hasta a ti se te antoja y la disfrutas. Claro está, que esto no sólo sucede en los comedores de oficina, sino que también en cualquier lugar al que vas a comer. Siempre lo más rico es lo que pidió tu acompañante. Y ojalá no te toque estar sentado con el que le vale madres y mete su tenedor en la comida y te chinga parte de tu comida.
El segundo - LA IRA. Encabronarse a la hora de la comida, debería estar prohibido. Es un momento de esparcimiento, relajación y en teoría, no habría nada que lo justificara. Tal vez, se descompuso uno de los microondas y hay que esperar. Quizá, no hay suficientes lugares y te tienes que ir a tu lugar. Lo que sea, no debería ser tan grave. A menos qué... (entra música de suspenso) ... uno de tus colegas haya tenido la gran idea de: (sigue la música de suspenso) CALENTAR PESCADO. Neta, ¡no mamen! hay cosas desagradables y calentar pescados y mariscos en el comedor de la oficina y más cuando dicho comedor/cocina no tiene suficiente ventilación y es un cuartito de 2x2. Pero, aunque fuera un cuarto gigante y con el mayor número de ventanas, calentar algún producto del mar debería ser considerado como causa justificada de despido... bueno no exageremos, con que se les prohiba entrar al comedor por un lapso de 3 meses, no estaría mal.
PALABRAS NO TAN CELEBRES
La hora de la comida es la hora de la chorcha. Muy buenas pláticas, anécdotas, chismes, albures y demás surgen dentro de este tiempo que dedicamos a despejarnos. Sin embargo, y este comentario es sólo cuestión personal (si ustedes tienen alguna otra y desean compartirla, son bienvenidos a hacerlo) hay tres palabras/frases que me parecen muy, muy pinches. Disculpen si sueno mamoncito (y sí) pero suenan de la chingada. Y ahí les van:
1. Todo mundo ve la hora, oyes que se mueven sillas, tú mismo te das cuenta que ya el reloj marca la hora de ir por los sagrados alimentos. Y no falta que alguien grita a todo volumen:
¡A COMER...CIALES! Neta, no hagan eso... ni es chistosa, ni es original ese jueguito de palabras. No hay nada como simplemente decir: ¡Vamos a comer!
2. Sabemos que hay buenos modales y uno de ellos es desearle al prójimo que su comida le caiga bien, que le aproveche y por eso, al iniciar o al terminar no falta aquellos que digamos Provecho. Algunos lo complementan y dicen: Buen Provecho. Pero no falta quien para hacerse, no sé si el chistoso o darle un toque más tierno a esto, le pone un diminutivo... "Provech...ITO". Ahí ya seguro la comida valió madres.
3. La comida, no importa quien la haya cocinado o si fue comprada en algun lugar cercano, está deliciosa, rica, apetecible pero escuchar que está SABROSA... ay nanita... escalofrío total. Y ojo, no está incorrecta la palabra, es algo que tiene sabor. Pero aceptémosla... es horrenda esa palabra.
EL TUPPER Y LA LONCHERA
Llevar la comida de tu casa a la oficina es algo que debe ser muy calculado. Hay que escoger el recipiente, conocido con el génerico nombre de "tupper", y luego, en donde vas a meter los tuppers. No es tarea sencilla. Tanto los tuppers como las loncheras, vienen en todos tamaños y formas. Y no importa lo que hagas, vas a pasar por varias situaciones con ambas. Veamos algunas, seguro a ustedes se les ocurren más y ojalá lo compartan.
1. Siempre escoges, a la primera, el tamaño inadecuado para lo que necesitas. Ya sea que escojas uno muy pequeño para todo lo que te vas a llevar y como lo vacías a lo guey, haces un desmadre en la cocina. O escoges uno muy grande y por lo tanto, tu comida queda bailando como chicharo en olla.
2. Ya que encontraste el tupper del tamaño adecuado, seguro escogiste al que le falta la tapa por lo que ahí estás perdiendo minutos valiosos buscando entre chingo mil tapas y ninguna le queda.
3. Por fin, tienes el tupper bueno, con la tapa de su tamaño... y resulta que es más grande que la lonchera y tienes que meter todo apretado (si es que es lonchera flexible, si es de metal te jodes). Escoger la lonchera más grande, pues lo único que hace es que el tupper y los cubiertos bailen en todo el trayecto.
4. Llegas al trabajo y, después de las horas que pasaste buscando la tapa, resulta que la tapa era del tamaño pero no es hermética y eso sucede justo el día que llevabas algo caldoso. Tupper, lonchera y todo lo que haya a su paso queda inundado de caldillo, tal cual inundación después de una tormenta y con las coladeras de la ciudad tapadas.
5. Quizá sobreviviste a la búsqueda de la tapa, el tupper adecuado, que sea hermético, etc. pero ¿sobrevivirás el horno de microondas? No hay nada más bonito que abrir el horno después de haber calentado tu comida y descubrir que el tupper no era "Microwave Safe"y queda todo derretido, chueco y practicamente inservible.
6. Una vez que terminaste de comer viene, más que un problema, un dilema. ¿Lavas o no el tupper? Si en el comedor de tu oficina no hay lavabo pues ni dilema hay. Pero si existe... ¿qué hacer? Aprovecharlo, ¿lavar tus tuppers y asegurarte que están limpios para evitarte la fatiga de lavarlos llegando a casa? o quizá, prefieres esperar y dejarlo como está y después lo lavas. El dilema está.
7. El problema del tupper radica si decidiste dejarlos sucios para lavarlos en casa. ¿Cuántas veces has llegado a tu casa y has dicho "¡madres, el tupper!". Y sí, a tu cerebro llega la imagen del tupper dentro de la lonchera encima de tu escritorio o dentro del cajón o donde sea que lo hayas puesto. Si es un día frío, puede que te salves. Si es un día caluroso, un nuevo hábitat está por surgir en los restos de pan molido y spaghetti. Y ojalá lo hayas olvidado, entre lunes y jueves... pero si lo olvidaste un viernes, tendrás 3 días para que en el tupper haya lo más cercano a una nueva civilización. Y no sólo son los nuevos inquilinos que se formen, sino el olor que tendrá ese tupper cuando por fin lo abras para lavarlo. Aquí es cuando aplica el "Zafo lavar el tupper". Aquí entre nos, yo un día olvide 2 tuppers con restos de comida... un viernes.. y ese viernes salía de vacaciones por una semana. El tupper se fue directo a la basura.
8. Ya les había dicho de la gran diversidad de tuppers y loncheras que hay. Ya sea en el súper, en Bed, Bath and Beyond, incluso en algunos cruceros de la ciudad pueden encontrar gente vendiendo torres de Tuppers por 100 pesos, por lo que no hay pretexto para usar los botes de crema y yoghurt y la bolsa del súper para esos efectos. Tengan madre.
Esto y mucho, mucho más se vive a la bonita hora de la comida en una oficina y como este post ya está muy largo, aquí le paramos.
en la sala de juntas o en el comedor o en tu lugar
A briefcase, a lunch
and a man on the edge
Each step get closer
to losing his head
man on the edge
iron maiden
No les ha pasado que están absortos en su cubículo/oficina/escritorio/rincón o donde quiera que los hayan puesto a trabajar en su chamba, que de repente su estómago les manda un recordatorio de que ya va siendo hora de que le den de comer y es entonces que ven el reloj y, efectivamente, se dan cuenta de que ya llegó la tan ansiada hora de la comida. Hay quienes salen a comer ya sea a su casa o algún restaurante, fonda o algún otro local cercano a la oficina. Otros, básicamente, nos quedamos a comer en ese "sagrado" lugar donde trabajamos.
Cuando decimos... ¡a comer! ... pensamos que es el momento más intrascendente del día. Total, es sólo darnos un descanso, un tiempito para poder comer y después regresar a nuestras labores. Damos por sentado este momento, a tal grado de que no nos damos cuenta de muchas situaciones que pasan alrededor del momento de la comida. ¿Cuáles? se estarán preguntando, pues vamos a ver algunas... sólo algunas de estas situaciones.
DETERMINAR EL LUGAR
Ya sabemos que vamos a comer en la oficina, pero, una oficina está lleno de lugares donde poder comer. Unos muy buenos. Otros, no tanto. Si tenemos suerte, tal vez, tengamos un bonito y amplio comedor o quizá, hasta un jardín o terraza donde poder comer. Pero si no la tenemos, podemos encontrarnos en un pequeño comedor, lleno de mesas donde todo mundo está apretujado y rodeado de esa mezcla de olores causada por la gran variedad culinaria que cada quien trajo para ese momento.
Hay quienes deciden comer en las salas de juntas. Una gran opción porque no está todo mundo ahí metido, las mesas pueden ser grandes y en una de esas hasta se puede tener una tele o poner una compu para proyectar una película. Claro que después, dicha sala queda impregnada con el olor a fritanga que hace que cualquier junta que se tenga después, sea como tenerla en la cocina de la fonda de doña Chonita.
Y un último lugar (seguro hay más) es: comer en tu cubículo. Ahí sentado frente a tu compu y corriendo con el riesgo de tirar algo encima de lo que hayas estado trabajando. La ventaja es que no tienes que estar oliendo lo que trajeron los demás, puedes evitar convivir con el resto de compañeros y puedes incluso "adelantar trabajo", es decir, ver una película en tu compu mientras comes. Claro que también quedas como el "sin amigos" que come solo o como el ñoño que prefiere quedarse a adelantar trabajo y en el peor de los casos como el "Sin amigos ñoño".
AGARRAR LUGAR
Vamos a suponer que tu oficina tiene un comedor y es ahí donde todos van a disfrutar sus sagrados alimentos. No importa el tamaño de tu oficina, ni el número de empleados... el comedor siempre será más pequeño de lo que se necesita. Y por lo tanto, aquí radica la cuestión más importante: Conseguir una mesa.
Soluciones para agarrar mesa (sin albur, claro que si eres Scarlett Johansson o Kate Beckinsale, si aplica el albur) hay muchas. Algunos, por ejemplo, se van a comer unos minutos antes de la hora. Otros prefieren ir a comer al final pero, corriendo el riesgo de que el comedor ya esté apestando a zona de comida de las que hay afuera de cualquier estación de metro. Incluso hay lugares, me tocó trabajar en uno, donde se establecen horarios por departamentos. La teoría dice que repartiendo los horarios por áreas, la aglomeración es menor y por lo tanto todo mundo alcanza un lugar. Y no, no funciona. Y básicamente no lo hace porque todos quieren el primer horario para poder utilizar el tiempo restante de la hora de la comida para salir a tomar el aire, ir al banco o echarse una jetita. Si te toca el último turno es muy probable que te quedes chingándole en tu lugar porque no te alcanza el tiempo para echarte la jetita y si sales al banco o a orearte, se te va el tiempo y tienes que comer afuera.
COMPARTIR LA MESA
Cuando vas al comedor con tus cuates pues ya sabes con quien te vas a sentar para comer, contar chistes y hablar de los últimos chismes de radio pasillo. El problema es cuando uno decide que va a aprovechar la hora de la comida para ir a hacer pagos. Otro sale con que va a comer fuera con otros amigos. Otro dice que va a cualquier lugar, o sea, va a una entrevista y te quedas comiendo solo.
Y comer solo no hay bronca. El problema es cuando ves que se empieza a llenar el comedor y entonces ves venir el momento en el que vas a compartir mesa con el de finanzas que truena la boca al comer. La de recursos humanos que siempre trae brócoli hervido... quesque porque está a dieta y con el cabroncito ese, que le encanta meter su cuchara en el plato de los demás.
La solución: En el momento en el que te das cuenta que tu club gastronómico, o sea, con los que comes regularmente, te abandona, es cuando debes decidir o comer en tu lugar como buen "sin amigos" o dejar tu comida en el refri, salir a la calle y comer en algún otro lugar.
HORNOS DE MICROONDAS
Ese maravilloso invento que sirve para calentar la comida... de manera dispareja (aunque eso puede ser motivo de otro post, aunque mi amigo OCTUM ya me explicó porque pasa). No hay comedor de oficina que no tenga su dotación de hornos para que los empleados puedan calentar sus deliciosos platillos y disfruten una comida maravillosa. Y este aparato es tan común que muchas veces pasa desapercibido y se nos olvida que causa muchos problemas a la hora de la comida.
Primero, nunca hay suficientes. Al igual que las mesas, pareciera que el chiste con los hornos es tener poquitos. Total, la gente no tiene hambre y es bonito que hagan fila y tenerlos esperando.
Segundo, de los pocos que hay, no falta que siempre hay uno o varios descompuestos. Ya sea que no prenden, no calientan, se apagan a medio proceso, el chiste es que simpre habrá fallas que jodan el momento de la comida.
Tercero, de los que sirven, siempre te va a tocar el que quedó más batido porque el que calentó antes de ti no le puso nada para tapar la salsa del chile relleno que le sobró el fin de semana.
Hay que proponer estos "working lunchs" a ver si todos aceptan.
Man takes his lunch,
walks out in the morning light,
It's the working, the working,
just the working life.
factory
bruce springsteen
JUNTAS A LA HORA DE COMER
Debe haber un lugar especial en el infierno para todos aquellos que creen que es re-cagado poner juntas a la hora de la comida. No importa si es un working lunch y te van a dar de comer... peor aún si no hay comida. No importa el tema de la junta, no importa quién la haya agendado, la respuesta cuando preguntan si puedes tener una junta a la hora de la comida, siempre debería ser NO. Vamos, ni siquiera deberían hacer la pregunta porque debería estar penado por alguna ley y en todo caso, si ya te jodieron tu tiempo de comida (hora y media o 2 horas) de menos se debería compensar con que te pudieras ir una hora antes a tu casa. Si ya sé... soy un soñador ingenuo.
Pero más allá de que te quitan ese tiempo que tú destinas para, ya sea, hacer pendientes personales o simplemente echarte una jetita, tener una junta a la hora de la comida tiene muchas implicaciones que ahora veremos.
Primero, siempre tienen que pedir de comer lo que menos te gusta, sushi por ejemplo. Y todo para complacer al cliente o al jefe de jefes. Y en el supuesto que sí pidan algo que te gusta, seguro es algo que debe comerse caliente y que para la hora que llega la comida ya está todo frío, remojado y sí... pinche.
Segundo, no está padre tener que estar aderezando la baguette fría de roast beef mientras te están explicando las implicaciones de una nueva iniciativa en la compañía. A lo mejor las mujeres multitasks pueden, pero uno no puede estar en dos cosas a la vez, entonces o te alegras porque las nuevas iniciativas pueden resultar en un mejor futuro o te encabronas porque tu hamburguesa la mandaron con pepinillos.
Tercero, la mesa se empieza a convertir en un campo de batalla donde lo mismo conviven tus notas, los post-its con ideas con el papel de estrasa de la baguette, los sobres de catsup y jalapeños más las servilletas todas batidas. Todo un caos gourmetproductivo.
Cuarto y creo que es el peor de todos... estar comiendo y querer opinar. Le das la mordida a la baguette justo cuando alguien pregunta algo. Y claro los buenos modales ante todo, te quedas masticando y atragantándote para no hablar con la boca llena y pierdes tiempo que el godinez de finanzas, el que ya vimos que truena la boca al comer, aprovecha para decir algo parecido a lo tuyo pero él sí escupe pedazos de lechuga y jitomate en plena mesa y sobre el proyector.
Digamos NO al "working lunch".
EL MENU
Este mundo es muy diverso, y así también son los menús de tus compañeros de oficina. Hay quienes cocinan su propia comida, hay a quienes se las hace su pareja o su mamí y hay quienes salen a comprar algo de comer y optan por regresar a comer a la oficina... quesque para convivir. Ya mencioné el punto de que los olores de tanta comida se mezclan, que cuando se queda vacío el comedor, éste queda oliendo a vil fonda de mala muerte. Pero esta diversidad de menus ocasiona, además, que se presenten 2 pecados capitales:
El primero - LA ENVIDIA. Todos desean la comida del de junto. No importa que haya llevado ni quien se lo haya cocinado... siempre habrá alguien que diga "uy que rico huele... me das?". Y si a ti, es a quien le chulearon la comida, pues hasta te sacas de onda... porque aceptémoslo, no se te antojaba nadita. Y ahora después de escuchar que huele rico y sabe mejor, hasta a ti se te antoja y la disfrutas. Claro está, que esto no sólo sucede en los comedores de oficina, sino que también en cualquier lugar al que vas a comer. Siempre lo más rico es lo que pidió tu acompañante. Y ojalá no te toque estar sentado con el que le vale madres y mete su tenedor en la comida y te chinga parte de tu comida.
El segundo - LA IRA. Encabronarse a la hora de la comida, debería estar prohibido. Es un momento de esparcimiento, relajación y en teoría, no habría nada que lo justificara. Tal vez, se descompuso uno de los microondas y hay que esperar. Quizá, no hay suficientes lugares y te tienes que ir a tu lugar. Lo que sea, no debería ser tan grave. A menos qué... (entra música de suspenso) ... uno de tus colegas haya tenido la gran idea de: (sigue la música de suspenso) CALENTAR PESCADO. Neta, ¡no mamen! hay cosas desagradables y calentar pescados y mariscos en el comedor de la oficina y más cuando dicho comedor/cocina no tiene suficiente ventilación y es un cuartito de 2x2. Pero, aunque fuera un cuarto gigante y con el mayor número de ventanas, calentar algún producto del mar debería ser considerado como causa justificada de despido... bueno no exageremos, con que se les prohiba entrar al comedor por un lapso de 3 meses, no estaría mal.
PALABRAS NO TAN CELEBRES
La hora de la comida es la hora de la chorcha. Muy buenas pláticas, anécdotas, chismes, albures y demás surgen dentro de este tiempo que dedicamos a despejarnos. Sin embargo, y este comentario es sólo cuestión personal (si ustedes tienen alguna otra y desean compartirla, son bienvenidos a hacerlo) hay tres palabras/frases que me parecen muy, muy pinches. Disculpen si sueno mamoncito (y sí) pero suenan de la chingada. Y ahí les van:
1. Todo mundo ve la hora, oyes que se mueven sillas, tú mismo te das cuenta que ya el reloj marca la hora de ir por los sagrados alimentos. Y no falta que alguien grita a todo volumen:
¡A COMER...CIALES! Neta, no hagan eso... ni es chistosa, ni es original ese jueguito de palabras. No hay nada como simplemente decir: ¡Vamos a comer!
2. Sabemos que hay buenos modales y uno de ellos es desearle al prójimo que su comida le caiga bien, que le aproveche y por eso, al iniciar o al terminar no falta aquellos que digamos Provecho. Algunos lo complementan y dicen: Buen Provecho. Pero no falta quien para hacerse, no sé si el chistoso o darle un toque más tierno a esto, le pone un diminutivo... "Provech...ITO". Ahí ya seguro la comida valió madres.
3. La comida, no importa quien la haya cocinado o si fue comprada en algun lugar cercano, está deliciosa, rica, apetecible pero escuchar que está SABROSA... ay nanita... escalofrío total. Y ojo, no está incorrecta la palabra, es algo que tiene sabor. Pero aceptémosla... es horrenda esa palabra.
Quiero esta lonchera... ¡la quiero!
in your monkey suit on a cigarette break
the lunchtime crowd, they won't even blink
but you'd be sad if they did
but you'll be sad...
drink!
they might be giants
EL TUPPER Y LA LONCHERA
Llevar la comida de tu casa a la oficina es algo que debe ser muy calculado. Hay que escoger el recipiente, conocido con el génerico nombre de "tupper", y luego, en donde vas a meter los tuppers. No es tarea sencilla. Tanto los tuppers como las loncheras, vienen en todos tamaños y formas. Y no importa lo que hagas, vas a pasar por varias situaciones con ambas. Veamos algunas, seguro a ustedes se les ocurren más y ojalá lo compartan.
1. Siempre escoges, a la primera, el tamaño inadecuado para lo que necesitas. Ya sea que escojas uno muy pequeño para todo lo que te vas a llevar y como lo vacías a lo guey, haces un desmadre en la cocina. O escoges uno muy grande y por lo tanto, tu comida queda bailando como chicharo en olla.
2. Ya que encontraste el tupper del tamaño adecuado, seguro escogiste al que le falta la tapa por lo que ahí estás perdiendo minutos valiosos buscando entre chingo mil tapas y ninguna le queda.
3. Por fin, tienes el tupper bueno, con la tapa de su tamaño... y resulta que es más grande que la lonchera y tienes que meter todo apretado (si es que es lonchera flexible, si es de metal te jodes). Escoger la lonchera más grande, pues lo único que hace es que el tupper y los cubiertos bailen en todo el trayecto.
4. Llegas al trabajo y, después de las horas que pasaste buscando la tapa, resulta que la tapa era del tamaño pero no es hermética y eso sucede justo el día que llevabas algo caldoso. Tupper, lonchera y todo lo que haya a su paso queda inundado de caldillo, tal cual inundación después de una tormenta y con las coladeras de la ciudad tapadas.
5. Quizá sobreviviste a la búsqueda de la tapa, el tupper adecuado, que sea hermético, etc. pero ¿sobrevivirás el horno de microondas? No hay nada más bonito que abrir el horno después de haber calentado tu comida y descubrir que el tupper no era "Microwave Safe"y queda todo derretido, chueco y practicamente inservible.
6. Una vez que terminaste de comer viene, más que un problema, un dilema. ¿Lavas o no el tupper? Si en el comedor de tu oficina no hay lavabo pues ni dilema hay. Pero si existe... ¿qué hacer? Aprovecharlo, ¿lavar tus tuppers y asegurarte que están limpios para evitarte la fatiga de lavarlos llegando a casa? o quizá, prefieres esperar y dejarlo como está y después lo lavas. El dilema está.
7. El problema del tupper radica si decidiste dejarlos sucios para lavarlos en casa. ¿Cuántas veces has llegado a tu casa y has dicho "¡madres, el tupper!". Y sí, a tu cerebro llega la imagen del tupper dentro de la lonchera encima de tu escritorio o dentro del cajón o donde sea que lo hayas puesto. Si es un día frío, puede que te salves. Si es un día caluroso, un nuevo hábitat está por surgir en los restos de pan molido y spaghetti. Y ojalá lo hayas olvidado, entre lunes y jueves... pero si lo olvidaste un viernes, tendrás 3 días para que en el tupper haya lo más cercano a una nueva civilización. Y no sólo son los nuevos inquilinos que se formen, sino el olor que tendrá ese tupper cuando por fin lo abras para lavarlo. Aquí es cuando aplica el "Zafo lavar el tupper". Aquí entre nos, yo un día olvide 2 tuppers con restos de comida... un viernes.. y ese viernes salía de vacaciones por una semana. El tupper se fue directo a la basura.
8. Ya les había dicho de la gran diversidad de tuppers y loncheras que hay. Ya sea en el súper, en Bed, Bath and Beyond, incluso en algunos cruceros de la ciudad pueden encontrar gente vendiendo torres de Tuppers por 100 pesos, por lo que no hay pretexto para usar los botes de crema y yoghurt y la bolsa del súper para esos efectos. Tengan madre.
Esto y mucho, mucho más se vive a la bonita hora de la comida en una oficina y como este post ya está muy largo, aquí le paramos.
por cierto, ésta es mi lonchera.
Oh just remember a don't decide
I got no reason it's all too much
You'll always find us
Out to lunch
pretty vacant
the sex pistols